Paseando por la tranquila Plaza del Potro, denominada así en honor a la estatua del potrillo que corona la fuente situada en uno de los extremos de la plaza, cuesta imaginar que este lugar fuera uno de los puntos más concurridos y bulliciosos de Córdoba hasta la llegada del ferrocarril. Aquí confluían viajeros, comerciantes, tahúres y mujeres de mala vida que se alojaban en las numerosas posadas de su entorno, de las que sólo ha subsistido  la denominada del Potro, un edificio erigido en el siglo XIV siguiendo una tipología de vivienda muy común en la época: los corrales, en los que las dependencias se articulaban en torno a un patio presidido por un pozo. Entre los huéspedes que aquí hallaron cobijo sobresale Miguel de Cervantes, que dedicó a la Posada unas líneas en el Quijote.

En la actualidad el edificio sigue vinculado al mundo de la cultura, pues alberga el Centro Flamenco Fosforito, visita ineludible si queremos conocer más acerca de un arte profundamente enraizado en la ciudad. Este enraizamiento se evidencia en el hecho de que algunas de las figuras más destacadas del flamenco, como Fosforito, al que se consagra parte de este museo, sean oriundos de Córdoba

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