Concurso Agrupaciones Carnavalescas
El pueblo como protagonista
Las carnestolendas fueron prohibidas en 1937. Algunos de los chirigoteros y comparsistas viajaban hasta la ciudad de Cádiz para participar en las fiestas de esta ciudad costera, logrando premios y prestigio en aquellos certámenes de postguerra. Tras pasar por la etapa de prohibición franquista (que no logró erradicar ni evitar la fiesta, de modo clandestino), la broma, la sátira, la crítica, las coplillas o el travestismo volvieron a celebrarse de forma oficial y a llenar las calles, a partir de 1970.
En la actualidad, el Ayuntamiento de Córdoba y la Asociación Carnavalesca participan activamente en el realce de un carnaval que cobra auge y popularidad año tras año.
El Pregón de Carnaval abre paso a una serie de figuras públicas o anónimas representadas por personajes que, de forma individual o colectiva, enmascaran su aspecto y personalidad, tras atuendos de lo más variopinto, y dispuestos a repartir bromas y alegría por las calles de Córdoba.
Entre las figuras individuales cabe distinguir dos elementos: el disfraz y el mascarón. El primero suele ser rico en adornos, buscando la aproximación a personajes reales o de ficción, llevado con una intención de belleza y realce, siendo más propio de bailes y fiestas de salón; el mascarón, en cambio es grotesco y desordenado, utiliza para su transformación colchas, sábanas y otros elementos hogareños, engalanándose también con insospechados artilugios caseros o de la vida cotidiana, para reinar en la calle.
A pesar de su antigüedad y su aproximación a las clases humildes (que han sido los verdaderos artífices de la celebración y prolongación del carnaval), el mascarón está dejando paso al disfraz debido a la importación de las costumbres de las clases sociales más altas, y de los carnavales típicos de zonas costeras, donde los desfiles cobran más importancia que las escenas callejeras y espontáneas de los mascarones.